El domingo pasado por la mañana decidí ir a una clase de burlesque, oorque estoy completamente decidida a crear un número de cabaret para el año que viene, o incluso antes.
Me olvidé de lo que pasa en el metro de Nueva York durante los fines de semana que, combinado con mi habilidad para legar siempre tarde, me hizo llegar incluso más tarde.
Así que llego, interrumpo la clase cuando creo que estaban en un descanso, que no o era, y me uno justo en el momento de empezar la parte de la clase dedicada al strip-tease. I me siento en un círculo, preguntándome que prenda de ls que llevo puestas me podría quitar de forma sensual. Aunque no puedo evitar preocuparme sobre la ropa interior que no llevo a juego mientras la gente se va desnudando una a una, mostrando sus braguitas y sujetadores sexys. Me toca y la profe decide queme quite las gafas de manera sexy, lo que fue bastante difícil ya que, como no veo una mierda sin mis gafas, en realidad no podía ver lo que hacía ella e imitar sus movimientos sensuales. Habría preferido quitarme cualquier otra prenda de ropa. Con o sin braguitas sexys.
Entonces, me apunté como voluntaria del fringe festival, para poder ayudar y conseguir entradas gratis para los espectáculos. Lo que suena muy bien. Y me puse muy contenta
Entonces volví a una escuela de teatro, y me enteré que una señora muy maja que siempre era muy simpática y muy agradable, murió en diciembre del año pasado. No era tan mayor, y era tan agradable. Y me quedé atónita.
Y entonces, fui a mi clase de teatro y vi a mi profe favorita llí, lo que me hizo sonreir por dentro ( que sign más malo), pero mi monólogo no fue de los mejores. Pero hey...si cantando de la forma que cando he conseguido se profesora de música, puedo convertirme en cualquier tipo de actriz que quiera ser. Incluso en una buena.
Y esto es Nueva York, un puñado de cosas extrañas juntas, buenas y malas. Una extraña montaña rusa que te lleva arriba y abajo y que muestra constantemente la luz y la oscuridad. Un lugar donde puedes encontrar un rayo de tus sueños tras la esquina más inesperada, donde puedes atrapar el resplandor de la estrella que sigues a tu alrededor sin poder establecer exactamente de donde vienes, para perderlo de vista por completo en un segundo. Un lugar donde andas por la calles con el sentimiento de esa coincidencia maravillo que va a cambiar tu vida va a aparecer en un momento, mientras evitas las ratas y las chinches, y las alcantarillas abiertas escupiéndote humo.
Esto es lo que hace Nueva York: eleva tus esperanzas al máximo grado para escupirte la realidad en la forma de ese humo-niebla pegajosa que sale de debajo de la tierra,que no huele ni bien ni mal y cuyo origen todo el mundo ignora. Pero yo sé de donde viene. Viene de los sueños de los neoyorkinos yéndose por el desagüe: todos esos sueños rotos, olvidados o perdidos entrelazados con las lágrima de las almas rotas y desilusionadas que bajan por el sistema de alcantarillado hasta el subsuelo. Entonces, las lágrimas se evaporan en el aire, junto con todos esos sueños.
Y esta es la razón por la que el humo de las alcantarillas no para nunca en verano ni en invierno, en primavera ni en otoño, porque a pesar de las derrotas y las batallas perdidas, los neoyorkinos siguen creando nuevos sueños para llenar la ciudad de ese brillo sorprendente que hace de esta ciudad la más brillante si se mira la tierra desde el espacio. Porque ese brillo no proviene de las luces Time Square, ni de los centros comerciales o las casas o los coches. Viene de los esquivos sueños de los neoyorkinos cuando dejan un rastro para que puedan seguirlos.
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