Tuesday, March 2, 2010

Expuesta

Volví a visitarle. Cada vez me prometo que sera la última., pero no puedo evitar volver otra vez, buscándolo. Normalmente me hace esperar un poco antes de venirse a saludarme, pero esta vez era especial: me había puesto tan nerviosa por esta visita, arrepintiéndome a cada paso que daba. Era como si el lo supiera. Me sonrió y me dijo con una voz suave “ Así que has venido, por fin. ¿estás lista?
Tiró de la silla para que me pudiera sentar, y se aseguró de que me sintiera cómoda en la luz tenue, mientras una música suave sonaba lejanamente. El sabía que, aunque no lo dirías al principio, soy tímida, así que fue educado y cuidoso.
Me sujetó la cabeza y dejó que mi cuerpo se tumbase mientras me sonreía. Muy cuidadosamente, me quitó las gafas y las puso en un lugar no seguro, para que no me preocupase por ellas. Sentí el calor que desprendía su cuerpo, el familiar olor de su colonia, otra vez, la forma y el color de sus ojos, tan cerca de los míos, evitando mirarme fijamente.
Mientras reclinaba su cuerpo sobre mí, abrí la boca ligeramente temblando por dentro, sabiendo lo que iba a pasar.
-No te preocupes, esto va a doler un poco, pero es la peor parte. Luego todo irá bien
Asentí de manera obediente, abrí la boca y cerré los ojos. Entonces el cogió una gran jeringuilla con una aguja incluso más grande y me apuñaló el carrillo por dentro, y las encías. El sabor amargo del líquido de dentro me invadió la boca. El dolor agudo cesó, entonces el cogió otra aguja y me atravesó otra parte de las encías. Poco a poco, una parte de la boca , e incluso de mi nariz, se me durmieron
Entonces empezó a usar taladros y otras herramientas extrañas en mi boca durante mucho tiempo. Cavó, y tiró y empujó con todo su cuerpo. Y finalmente, cogió una aguja y un hilo y cosió el agujero que había abierto. No me dolió, pero pude sentir la aguja atravesándome las encías, y el hilo juntándolas. Ató un par de nuditos, se sentó bien, me miró y me sonrió.
“Ya está. No ha sido tan malo, ¿ verdad?”
Le mire, sintiéndome sudorosa y cansada, saboreando el olor de sus manos en mi boca, con un extraño sentimiento de dolor y de haber sido expuesta.
Con una extraña vergüenza y un sentimiento de pérdida me levanté. Me arreglé la falda… la camisa…el pelo…Me devolvió las gafas. Lentamente, me las puse. Miré al suelo, recogí mis cosas, di las gracias y me apresuré fuera de la habitación.
EL REINO DEL CAOS