A es una estudiante de 17 años que llegó de Rumanía hace unos cuantos años. Su español es perfecto y es la que ayuda a su madre en cuestiones de papeleo y a buscar trabajo limpiando en distintos sitios. Tiene una enfermedad cuyo nombre ignoro que hace que su cuerpo no sea más que un puñado de músculos y huesos inertes y retorcidos. Solo puede mover la cabeza. Escribe con la boca y los profesores le pasan las hojas del libro. Es inteligente y no tiene ningún tipo de discapacidad psíquica. La miré y dije:
-Buenos días A. ¿Cómo estás?
-Bien-contestó con alegría
-Veo que no te han venido a buscar. ¿Qué clase tienes ahora?
-Inglés
-¿Quieres quedarte o prefieres que te llevemos a tu clase? Pro mi puedes quedarte si quieres
-Prefiero que me lleven- dijo con una sonrisa
-Muy bien. A ver, por favor, ¿ puede alguien ayudar a A. a llegar a su clase?
Y uno de los alumnos se levantó, guardó las cosas de A en su mochila y la llevó a su clase.
Mi instituto está adaptado específicamente para alumnos con discapacidades físicas. También tenemos algún alumno con discapacidad psíquica y alguna combinación.
Está L, que tiene 13 años, y es como si tuviera 6. Tiene un ordenador para escribir, porque casi no puede hacerlo,y normalmente lo tira al suelo para reírse. Cuando le preguntas, te contesta esto con una risa traviesa e infantil.
Y luego están estás dos alumnas con un corset, y este chico que no tenía ningún problema hasta que se sometió a una operación muy simple de la que se despertó siendo incapaz de hablar, andar o comer. Y ahora está aprendiendo a hacer todas esas cosas otra vez, y sin embargo recuerda que él no estaba así antes.
Y cada mañana A. y todos los demás están allí, contestándote con una sonrisa cuando les dices buenos días. Y cada vez que paso al lado de alguno de ellos, recuerdo lo afortunada que soy de que mis fracturas vertebrales no hayan afectado a la médula.
El 28 de Diciembre fue el 10º aniversario de la ruptura de mis dos primeras vértebras. El día que decidí bajar una ladera romántica mente con un trineo absurdo. Recuerdo el momento en el que me caí, la oscuridad, el frío de la nieve, el miedo cuando el médico me dijo” Te has roto las vértebras” y la cuestión tensa que casi no pude articular “ ¿Y eso qué significa?”...pero no puedo recordar el dolor. Solo recuerdo el grito que di llenando el aire mientras estaba arrodillada en la nieve. Los humanos tendemos a olvidar el dolor.Así que ese año celebré el 10º aniversario del día que nací por segunda vez, de ser tan afortunada que aún puedo andar y bailar.
Y cada día, cuando voy a trabajar al instituto y me pongo delante de alguno de estos chicos que luchan tanto, que llevan una vida tan difícil sin ni siquiera pensarlo, y para los que todo es tres veces más difícil...cada día, me pongo ahí y sé que no tengo nada que enseñarles. No hay nada en el mundo que pueda contarles. Solo puedo aprender de ellos. Ellos son la lección a aprender.