Monday, September 22, 2008

Paper rose/ Rosa de papel

Each morning, I am given a paper rose.

Here, in New York, everybody races around, up and down the train, all packed. Nobody stops to have a coffee. So you buy your coffee from little mobile carts laying on the streets.
There is a little cart next to the train stop where I get off. And two nice men in them, one of them really tall and good-looking, with a beautiful smile.

Everyday, he smiles at me. He puts my coffee on a paper bag, and rolls the top, so it looks like a rose. Sometimes, he even puts a white seviette in the middle , to make a white heart in my brown paper flower.

And this way, each morning, I am given a paper rose, when the darkness does not want got go away and the day stretches languidly.

When the loneliness that impregnates the night start disappearing. When the night in which the shadows of fears and worries, shadows that shape in the darkness to hold us under the sheets, mixes together with the day. When the first light makes these vanish into the air, leaving behind the trace of a real concern turned into a dream for a night. After the mind finds magic solutions and desperately tries to disseminate anxieties and fears, creating dreams that numb sadness, which starts running back through your veins with the first breath of the wakefulness.

After the night, but before the day.

Before going back into the fight. Before frustration and limits. Before reality becomes overwhelming. Before everyday problems become forms, insurances, doctors, telephones, pupils, people, colleagues, memories, hopes, fears…Before life

In between sleep and wakefulness, he gives me a paper rose with a serviette heart. I look into his eye, his smile warms my heart up, and I cant avoid a huge grin in my face, beyond the day, beyond the night.

And there is no other rose in the world I would change mine for.

My paper rose.



Cada día, por la mañana, me dan una rosa de papel

Aquí, en Nueva York, todo el mundo corre de un lado a el otro, arriba y abajo del tren, hasta los topes. Nadie se para a tomar un café. Así que se compra el café en pequeños carritos que hay en la calle.
Hay una carrito al lado de la parada de metro donde me bajo. Y dos hombres muy agradables en él, uno muy guapo, con una sonrisa preciosa.
Cada día, me sonríe. Me pone el café en una bolse de papel, y enrollla la parte de arriba para que parezca una rosa. A veces, incluso pone una servilleta blanca en medio, para hacer un corazón blanco en mi flor de papel.

Y, así, cada mañana, me dan una rosa de papel, cuando la oscuridad no termina de querer irse y el día se despereza lánguidamente.

Cuando la soledad que impregna la noche comienza a desaparecer. Cuando la noche en la que se refugian las sombras de los miedos y preocupaciones, sombras que toman forma en la oscuridad para abrazarnos debajo de las sábanas, se mezcla con el día. Cuando la primera luz hace que éstas se desvanezcan en el aire, dejando atrás el rastro de una inquietud real convertida en sueño por una noche. Despues de que la mente encuentre soluciones mágicas e intente desesperadamente difuminar angustias y temores, regalándonos sueños que adormecen la tristeza, la cual vuelve a correr por las venas con la primera respiración de la vigilia.

Depués de la noche, pero antes del día.

Antes de volver a la lucha. Antes de las frustraciones y los límites. Antes de que la realidad se convierta en abrumadora. Antes de que los problemas cotidianos se transformen en formularios, seguros, médicos, teléfonos, alumnos, personas, compañeros, recuerdos, esperanzas, miedos... Antes de la vida.

Entre el sueño y la vigilia, me da una rosa de papel con un corazón de servilleta. Yo le miro a los ojos. Su sonrisa me da calor en el pecho, y no puedo evitar una sonrisa enorme, más allá de la noche, más allá del día.
Y no hay ninguna otra rosa en el mundo, por la que cambiaría la mía.

Mi rosa de papel.
EL REINO DEL CAOS